Cansado de fluir en soledad, hoy el viento nos llega con la compañía de sus hermanos y congéneres elementales, de los que viene a traernos el recuerdo de su tacto, su olor, y su sonido. Y también de sus nombres, cuya invocación todo lo ha podido desde el principio mismo de la Creación. Hoy hablamos de los Cuatro Elementos.
Existe una idea generalizada en Occidente de que la creencia acerca de que el mundo estaba compuesto de cuatro sustancias básicas, a saber: el aire, el fuego, la tierra y el agua, procede de la Antigua Grecia. Lo cierto es que esta concepción no es exclusiva de los helenos, porque en todas las culturas antiguas, y en todos los continentes, existe una creencia perecida. Lo cual nos lleva a pensar que se trata de una tradición surgida entre los seres humanos desde una época muy remota.
Empédocles |
La existencia de un quinto elemento intangible también es común a todas las culturas, y se suele asociar al espíritu o energía primigenia. De ahí que el número 5 sea considerado por muchos pueblos como un número asociado a la divinidad. En la cultura maya, por ejemplo, era un número sagrado que simbolizaba al dios del maíz, y para los pitagóricos se asociaba con la esencia vital.
El Pentáculo es una figura que enlaza los cuatro elementos, más el quinto, y que se usaba como talismán |
El símbolo masónico de la escuadra y el compás forma una estrella de seis puntas y representa la unión del Cielo y la Tierra |
En las representaciones gráficas del Universo, los cuatro elementos también están asociados a los puntos cardinales. El Norte se asocia con la tierra, el Sur con el fuego, el Este con el aire, y el Oeste con el agua. Como ya vimos en un artículo anterior, los mandalas, o representaciones del Universo, aunque se suelen asociar a la cultura budista, aparecen, de alguna u otra manera, en toda la simbología religiosa de las distintas culturas.
Imagen comparativa de una cruz celta y un mandala tibetano: ¡clavaditos! |
La visión aristotélica del mundo poco cambió durante la Edad Media. E influida por las tradiciones hebrea e islámica, dio lugar a la aparición de la Alquimia. Los alquimistas sustentaban la creencia de que, puesto que todas las sustancias estaban formadas por los cuatro elementos, se podría, a partir de cualquiera de ellas, cambiar su composición y convertirla en oro, el más valioso de los metales. Durante siglos, intentaron encontrar, infructuosamente, una sustancia, la piedra filosofal, que transformaba las sustancias que tocaba en oro, y a la que atribuían propiedades maravillosas y mágicas. Los árabes, a la piedra filosofal la llamaron al-iksir y de donde deriva la palabra elixir.
Empeñados en fabricar oro |
Aunque los esfuerzos de los alquimistas fueron en vano, su trabajo no lo fue, porque descubrieron nuevas sustancias y cientos de compuestos hasta ese momento desconocidos, y sentaron las bases de la Química. El último gran alquimista, en el siglo XVI, fue el suizo Paracelso. Este médico también entendía que la salud representaba el equilibrio de los cuatro elementos dentro del cuerpo humano, y la enfermedad se producía por el exceso de alguno de ellos. Así, la erisipela vendría provocada por un exceso de fuego, o la hidropesía a un exceso de agua. Entendía que el tratamiento de las mismas iba encaminado a restituir el equilibrio perdido.
Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim Paracelso — ¿Para qué...? |
A partir del siglo XVII, con el surgimiento del racionalismo hizo caer en decadencia los principios alquímicos, y surgió la idea de elemento químico, definida como aquella sustancia que no puede ser descompuesta en otra más simple. Desde entonces, la Química se ha encargado, mediante el método científico, de descubrir nuevos e importantes principios fundamentales de la materia, al tiempo que se descubrían nuevos elementos químicos.
Tabla de elementos de Dalton, siglo XIX |
Sin embargo, en paralelo al ámbito científico, la filosofía ocultista ha mantenido su visión del mundo en base a los cuatro elementos. Para la cultura esotérica occidental, la energía cósmica primigenia se manifiesta en cuatro diferentes niveles de concreción o, lo que es lo mismo, en los cuatro elementos tradicionales. A cada uno de esos elementos están asociados diferentes conceptos que reflejan los distintos niveles de concreción de la energía. Para entender mejor esto, vamos a echar mano de un sistema de representación del Universo muy usado entre los ocultistas: el Tarot. Y vamos a ver cada uno de los elementos por separado.
El Fuego. Representa el primer nivel de concreción, y está asociado a la luz, al calor, a la energía vital, y a la fuerza destructiva y a la vez regeneradora. En el ser humano, que es entendido como un Universo en miniatura, el fuego está asociado a la parte espiritual del individuo, al impulso creativo, a la valentía, la decisión y el entusiasmo. En el Tarot está representado por el palo de Bastos, o, lo que es lo mismo, por la rama seca de un árbol, que es fácilmente inflamable. El palo de Bastos de la baraja española, que es una variante popular del Tarot utilizada como juego de mesa, guarda gran similitud con esta simbología. Y en la baraja francesa, el equivalente es el Trébol, otro elemento de origen vegetal.
El Aire. Representa el segundo nivel de concreción, y está asociado al soplo de la vida. En el individuo encarna al pensamiento, a la comunicación, a la planificación, la imaginación y la inteligencia. Este blog se llama Los Archivos del Viento precisamente por eso, porque el viento es el fluir del aire, del pensamiento, e intenta ser un estímulo para la reflexión y para la revisión de ideas. En el Tarot y la baraja española está simbolizado por las Espadas, que se blanden en el aire, y, como armas que son, se asocian también al poder inmenso del pensamiento, que es el mayor arma que posee el ser humano. En la baraja francesa el equivalente está en las Picas, otro arma cortante.
El Aire |
El Agua. Es el tercer nivel, y está asociado a todos los fluidos, y a las “aguas primigenias”, como decían los antiguos egipcios. En el individuo representa la parte irracional, inconsciente, visceral y a todo lo que tiene que ver con los sentimientos. De ahí se entiende que en la baraja francesa este elemento esté simbolizado por los Corazones, que en el Tarot y la baraja española equivalen a las Copas, que se asocian al líquido que contienen.
El Agua |
La Tierra. Es el cuarto nivel de concreción, y está asociado a todo lo sólido y tangible, y que se puede percibir a través de los sentidos. En el individuo está asociado al propio cuerpo, a su crecimiento, y su alimento y su regeneración, y en la naturaleza está vinculado a los minerales y a los seres vivos. En el Tarot y la baraja española se simboliza en el palo de Oros, que en la baraja francesa equivale a los Diamantes.
Carl Gustav Jung, investigador y quintaesencia de este blog (jeje), también sintió interés por la simbología del Tarot, de origen posiblemente egipcio. Comparaba la conciencia con la parte visible de una isla, y la parte sumergida, cubierta por el mar, con el inconsciente individual y colectivo. Las cartas del Tarot, en la que están representados los dos universos, sirven para él de instrumento de comunicación entre ambos. Con respecto a esto nos dejó esta frase:
"Tu visión devendrá más clara solamente cuando
mires dentro de tu corazón... Aquél que mira afuera, sueña. Quien mira en su interior, despierta."
mires dentro de tu corazón... Aquél que mira afuera, sueña. Quien mira en su interior, despierta."
Y les dejo con una primicia a nivel mundial. Se trata de un vídeo documental poético creado por mí mismo, el autor de este blog, y que estreno hoy, día 30 de mayo, con motivo del Día de la Comunidad Canaria. Se titula "Poema en Cuatro Elementos", y está inspirado en los paisajes de esta tierra de viento, agua y volcanes.
Saludos.