Entonces, me armé de valor, y decidí acabar con su existencia en el mundo, y librarme de él para siempre. Un pequeño ruido, y todo terminó.
-oooOooo-
— ¿Puedo pedir cita para una hora determinada?.
— En principio sí, aunque todo depende de que haya mucha o poca clientela, caballero.
— Mire… verá… Es que es la primera vez que acudo a un local de esos y no sé exactamente lo que debo hacer al llegar allí.
— Uuuuy, por eso no se preocupe, que nuestras chicas son muy profesionales y se lo explicarán todo todo, pierda cuidado, jajaja.
— Pero mire…, esto… ¿es necesario quitarse toda la ropa?,… es que soy un poco… tímido.
— Ya eso lo dejamos a su libre elección, y el grado de satisfacción que quiera obtener, por supuesto. Aunque, eso sí, sepa que aquí siempre usamos la máxima seguridad y, sobre todo, mucha protección, por lo que no hay peligro de contraer nada malo.
— Bueno… mejor me lo pienso.
— Como quiera, caballero, y sepa que también puede pagar con tarjeta.
Así que, después de pensármelo mejor, finalmente desistí de la idea de acudir a un centro de belleza para darme sesiones de rayos UVA, que por muy seguro y muy profesional que pareciera, no me acababa de convencer. La culpa de todo esto la tiene el seguir los consejos de Osicran, que está siempre mortificándome con la estética. El otro día me dijo que si no me daba vergüenza ir así, con la piel tan blanca, a la playa, y que iba a parecer un muerto viviente, y que iba a asustar a todo el mundo. Así que pensé en ir a un local de esos. Pero me convenció más la idea de usar una crema autobronceadora, y así, con la piel color calabaza, ya no daría tanto miedo… Creo.
Superado ese obstáculo, llegó la hora de comprar el bañador. ¡Qué dilema!. Ya se habrán dado cuenta que yo soy de los que prefieren pasar desapercibidos. Así que nada de estridencias para llamar la atención: unas bermudas negras, sencillas y que no asusten a nadie.
Y tan contento que me fui al probador para ver cómo me quedaban. Pero allí ya estaba Osicran esperándome para amargarme, una vez más, la vida.
— ¿Pero tú te has visto bien ese cuerpo?
— ¿Qué le pasa a mi cuerpo?. No tendré algún bulto extraño…
— Ni extraño ni conocido, querido. Precisamente eso es lo que te falta: bulto. Porque estás plano por los cuatro costados, y pareces una tabla de planchar.
— No me había dado cuenta de mi delgadez. Es verdad que estoy bastante flaco. Y, ¿qué crees que debo hacer?, Osicran.
— Pero qué tonto eres, si eso ya está más que inventado: comer más y hacer más ejercicio.
— Pero ya sabes que no digiero bien las grasas, y las comidas copiosas me sientan muy mal. Aunque puedo probar con el gimnasio.
Dicho y hecho…, para mi perdición. Al principio pensé que iba a ser muy fácil, pero pronto se me llenó el cuerpo de contusiones, y empecé a conocer partes de mi anatomía que ni siquiera sabía que existían, hasta que me empezaron doler, claro.
Dicho y hecho…, para mi perdición. Al principio pensé que iba a ser muy fácil, pero pronto se me llenó el cuerpo de contusiones, y empecé a conocer partes de mi anatomía que ni siquiera sabía que existían, hasta que me empezaron doler, claro.
El médico me mandó un tiempo de reposo, así que Osicran no me dio la lata con el tema, porque ya la cosa era de fuerza mayor. Bueno, con ese tema. Porque después me sacó el asunto de los pelillos. Que si me estaba pareciendo cada vez más a Chewbacca, que si en la playa me iban a tirar plátanos… O, aún peor, que todos huyeran despavoridos y me dejaran solo.
¿Alguien cree que eso puede ocurrir?. Pues sí, yo lo creí. Y, al final, tuve que acudir al centro de belleza para depilarme por completo, y a la cera, porque ya que me decidí no iba a andar con remilgos. Y, ¿cómo no?, fue un auténtico infierno, porque no me había recuperado de mis dolores musculares, y ahora, con los tirones que me dieron para arrancarme los vellos casi me rematan.
Bueno, pero no hay mal que cien años dure, o eso pensaba, y al fin llegó el ansiado día de ¡ ir a la playa !.
Y, por un momento, agradecí todos los perversos consejos de Osicran. También agradecí el haber tenido una educación religiosa, porque había que tener mucha fe para creer que debajo de toda aquella multitud de bañistas, sombrillas, hamacas, colchonetas, pelotas gigantes, vendedores de helados, y botellas vacías existía algo llamado playa.
Y allí me dirigí, dispuesto a conquistar mi pequeño espacio vital en medio de aquella jungla humana. Y di vueltas y vueltas hasta que pude encontrar un rinconcito en el que extender la toalla y, por fin, después de varios meses esperándolo, sentirme como un rey en bajo los rayos del sol. El agua del mar se veía tentadora, pero no, tenía que resistirme a sus encantos porque, si me alejaba, estaba seguro que me podían quitar el sitio, según me había dicho Osicran. ¡Ese sitio era mío y nada más que mío!, jajaja.
Y sólo me levanté en el momento en el que me acordé que me había olvidado el protector solar. ¿Dónde estaba?. Nada, se me había olvidado…
Al día siguiente intenté levantarme de la cama pero los dolores casi me lo impiden. La piel me ardía, pero allí estaba Osicran para burlarse diabólicamente de mi olvido.
— Si hubieras usado protector ahora no estarías quemado. Mira que eres tonto. Ahora vas a tener que andar por la calle con la piel cayéndosete a trozos y vas a parecer un muerto viviente, y la gente se asustará y huirá de ti. Ahora no vas a poder volver a la playa en mucho tiempo, pues tendrás que dejar recuperarte la piel. Pero, antes de eso, ya te habrá crecido de nuevo el vello, y la inactividad te habrá puesto de nuevo el cuerpo como una tabla, y hasta el bañador quizás habrá pasado ya de moda. Ahora…
Fueron sus últimas palabras. Entonces, me armé de valor, y decidí acabar con su existencia en el mundo, y librarme de él para siempre. Un pequeño ruido, y todo terminó.
— Adiós Osicran. Ahora seré viudo y feliz sin tu presencia, pues a partir de hoy, ya sólo seré yo solo, sólo seré NARCISO.
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¡Ay!, los espejos… jajaja. Y les dejo con un vídeo clip del grupo español La Rabia del Milenio, con un tema del año 2005, titulado “Delgadito”.
Saludos.