Cuando en el verano de 1873, en la zona rural cercana a Detroit (Michigan), el operario Fred Reden montaba una máquina autopropulsada destinada a labores agrícolas, se dio cuenta que un chiquillo de unos diez años se le había acercado y contemplaba fascinado aquel artefacto. Al momento comenzó entusiasmado a hacerle preguntas de cómo funcionaba la máquina y para qué servía. Desde entonces cambiaría para siempre la vida del pequeño Henry, hijo de unos campesinos que vivían en una granja cercana.
Henry Ford e 1918 |
Aquello fue la chispa que encendió el interés de Henry Ford (1863-1947) por el mundo de las máquinas. Veinte años después, siendo ya ingeniero jefe de la compañía Edison Illuminating Company, comenzó a experimentar en sus ratos libres con motores de gasolina. En 1896 lograría construir su primer vehículo automóvil, al que llamó "cuadriciclo". Y en 1903, cuando la mayoría de la gente pensaba que aquel invento sólo era un juguete que pasaría pronto de moda, fundó en Detroit la Ford Motor Company, cuyo objetivo era construir automóviles sencillos a un precio los más barato posible, para que se convirtieran en un medio de transporte popular y accesible para la mayoría de los consumidores. En 1908 apareció el emblemático modelo Ford T.
Ford T |
Pero Ford no era un empresario cualquiera. En su mente imaginaba un mundo de pequeños propietarios felices, con un trabajo digno que les liberara de las cadenas de la miseria, y con un salario elevado que les permitiera adquirir todos los bienes materiales que desearan. Sus empleados ganaban un sueldo muy superior al de cualquier obrero de la época, y fueron de los primeros en contar con un horario semanal de 40 horas. También se preocupó Ford por su vida privada, y procuraba que los trabajadores vivieran alejados de los vicios y los "comportamientos inmorales".
Cadena de montaje de la Ford en Detroit |
Con la introducción en 1913 del trabajo en cadena, la producción se disparó a la par que disminuía el precio de los vehículos. Desde entonces, la empresa no dejó de crecer y expandirse. Para algunos, el trabajo en cadena suponía convertir a los trabajadores en parte del engranaje de la maquinaria, con tareas repetitivas y alienantes, y en las que se prescindía de su inteligencia. Ford, además, era un enemigo de los sindicatos, pero esperaba contar con la adhesión de los obreros gracias a lo que él llamaba "motivación salarial".
Ford junto a su invento |
Ford, por otra parte, en su obsesión por disminuir los costes de producción, decidió que la empresa se autoabasteciera de las materias primas que alimentaban sus fábricas. A mediados de los años 20 Ford poseía bosques en Michigan, así como minas en Kentucky y West Virginia, que le daban el control sobre todos los recursos naturales necesarios para hacer un coche, con la excepción del caucho para los neumáticos. Fue entonces cuando se lanzó a crear su propia plantación de árboles del caucho (hebea brasilensis).
Hebea Brasilensis |
Sin contar con el asesoramiento de expertos, decidió por su propia cuenta adquirir una concesión de 25.000 kilómetros cuadrados a orillas del río Tapajós, en Pará (Brasil). La hebea brasilensis es originaria de esa región, y él pensó que ése sería el lugar ideal para cultivarla. Fue cuando nació Fordlandia.
Fordlandia fue diseñada hasta el último detalle en Detroit, y comenzada a construir desde 1928, con empleados locales. Los constructores de Fordlandia no tenían nombre. Al llegar se les entregaba una chapa metálica con un número identificativo, y cuyo valor se le descontaría de su primer sueldo. Los horarios agotadores y la mala alimentación que se les daba, añadidos a la prohibición del alcohol, provocaron en 1930 una revuelta que tuvo que ser sofocada por el ejército brasileño.
Trabajos de desforestación |
Pero Ford no se rindió, y continuó con la construcción de Fordlandia, que sería la reproducción exacta de una ciudad norteamericana en medio de la Amazonia, con su campo de golf, su escuela, su hospital y sus casitas con pinos en el jardín. Se planificaron hasta los entretenimientos y los bailes que debían practicarse durante los momentos de descanso, sobre todo "evitando el contacto físico". Pero las casas donde vivirían los trabajadores de la plantación, con ventanas acristaladas y techos metálicos se convirtieron en hornos en mitad de la selva ecuatorial. No obstante, los elevados salarios hicieron que los plantadores aguantaran todo tipo de inclemencias.
Hospital y Salón de baile de Fordlandia |
Llevados por una codicia ilimitada, los incompetentes gestores de Fordlandia decidieron que los árboles debían plantarse en hileras apretadas para aprovechar el espacio y multiplicar la producción de caucho. Pero no se percataron de que en la Amazonia estaban también los enemigos naturales de la hebea. Esto, unido a la excesiva cercanía de las copas de los árboles, hizo que las plagas se multiplicaran como una peste bíblica. Así y todo, Ford decidió seguir adelante con el proyecto.
Plantación de árboles del caucho |
El Ford y la selva amazónica |
Actual ruina de Fordlandia |
Finalmente, en 1945, la avanzada senectud de Henry Ford hizo que su nieto, Henry Ford II, tomara las riendas del emporio. Éste, consciente de la inviabilidad de la plantación, decidió clausurarla y desmontarla. Fordlandia quedó así como un ejemplo de que la incansable búsqueda del beneficio por el beneficio, sin contar con que la naturaleza tiene sus leyes, es un camino directo al desastre. Y es una lección que parece no haberse aprendido. Por cierto, los vehículos de la Ford nunca llevaron una sola gota del caucho de Fordlandia.